El gobierno promete una recuperacion en “V”. Dadas las políticas del gobierno, los factores que pueden liderar este crecimiento son las exportaciones netas y la inversión privada. La reversión de la sequía 2023 y la performance exportadora de algunos sectores dan sentido a la expansión del primer factor en 2024. Para la inversión no están las mismas certezas de por donde ni cuanto será el impulso. Con cepo, sin gastos de capital del sector público, y una agenda de reformas sin consesos es que el gobierno se entusiasma con la lluvia de inversiones.
El EMAE muestra que, en los primeros tres meses de Milei, el nivel de actividad del primer trimestre 2024 está un 5% respecto a los tres meses de Septiembre-Noviembre 2023. Por lo tanto, para cerrar el año con un nivel de actividad igual al que había antes del inicio del nuevo gobierno, la economía debería crecer entre Diciembre y Marzo un 4.6% acumulado. Este ejercicio sirve para dar orden de magnitud, pero es poco útil para pensar si esto es un rebote grande o chico, si es mucho o poco, si es factible o no. En perspectiva histórica, excluyendo la pandemia, hay que volver a 2010 para encontrar un rebote de esta magnitud. En ese momento, Argentina tenía una macroeconomía mucho más sólida que la actual, no tenía cepo, crecía el producto, mejoraban los indicadores sociales y la inflación era 25% anual. Hoy estamos en una situación diametralmente opuesta, pero con la expectativa de que eso es posible.
¿Puede ocurrir el rebote de la inversión? Claro que si, siempre “puede pasar”. Argentina guarda milagros y fracasos para todos. Sin embargo, cuando salimos de la especulación y buscamos precisar un poco la respuesta, empiezan a aparecer las complejidades. No es sencillo responder cuál será la fuente de recuperación. El PBI es la suma del consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones netas. El crecimiento que necesita el gobierno tiene que venir de alguna de esas fuentes. Las exportaciones van a repuntar por la reversión de la sequía y la performance de algunos sectores que realizaron inversiones importantes en los últimos años. Esto le va a dar un impulso expansivo a la economía que, en una estimación optimista, podría darle un impulso de 3% del PBI en el año. El gasto público, según los dichos del propio gobierno, se va a reducir en un 30% real respecto a 2023 y eso tendrá un efecto contractivo de aproximadamente 4% del PBI. Por último, siendo optimistas, la caída del consumo producto de la devaluación y la reducción del salario real será de 3.5% del PBI. Si sumamos estos factores (3% – 4% – 3.5% = -4.5%) es facil notar que el PBI estaría teniendo una caída de 4.5% promedio en 2024.
¿Quien puede dar vuelta esta historia de recesión? La inversión. La ya conocida y esperada lluvia de inversiones puede cambiar este panorama negativo y permitirle al gobierno cerrar el año con la economía recuperada o en franca recuperación. No obstante, para lograr un impulso de 4.5% del PBI con la inversión habría que experimentar un crecimiento de, al menos, 20% real a lo largo de 2024.
¿Es posible lograr un 20% de crecimiento real en la inversión? Parece difícil. Desde el punto de vista histórico, la inversión no tiene un desempeño así desde el período 2007-2010, donde el funcionamiento económico era muy distinto. Ahora bien, suponiendo que la historia no condiciona, igualmente hay razones vinculadas al presente que también dificultan ilusionarse con una recuperación como la que plantea el gobierno. Primero, el gobierno hasta ahora no dió precisiones sobre como y cuando va a levantar el cepo. Todo parece indicar que no sera durante este año y eso es un impedimento clave para que las inversiones de gran tamaño ingresen a la argentina. Sin certidumbre respecto al esquema cambiario, es decir cuáles son las posibilidades de importar bienes, giro de dividendos y/o como se cursarían los pagos de deuda corporativa, es muy difícil atraer capital para financiar proyectos que requieren varios años de maduración. De hecho, el cepo hoy traba inversiones de empresas locales que tienen múltiples proyectos de inversión para concretar, pero que necesitan algun tipo de clarificación sobre el sendero que va a tener el gobierno en esta materia.
Segundo, lejos de buscar consensos para construir políticamente, el gobierno tiene una la lógica de acumulación que se basa en confrontar y dividir entre buenos y malos. Más allá de la pertinencia política de esa estrategia, a la hora de pensar en inversiones es clave poder definir la sostenibilidad de los esquemas de política económica. Por más bien diseñada que este cualquier política de fomento a inversiones, si no hay un consenso sobre la utilidad que tiene para la economía argentina, lo más probable es que sea revertida en el futuro cercano. Esa inestabilidad de las reglas de juego es imposible de compensar con discursos y voluntades desde el gobierno, sobre todo cuando hablamos de inversiones productivas de largo plazo.
Tercero, incluso con un consenso sobre el esquema de inversiones y un horizonte sensato respecto al cepo, los inversores con experiencia invirtiendo en argentina todavía tienen en su memoria el episodio 2015-2019. Ingresaron rápido y gran parte de ellos terminaron encepados, con ruptura de contratos y grandes pérdidas. Con esta experiencia, y el aún caótico contexto político, resulta dificil pensar que los inversores van a volver a invertir en Argentina sin ver claramente el rumbo y la sostenibilidad del programa de gobierno.
Por último, el cuarto factor es el recorte de la obra pública. La enorme mayoría de los gastos de capital del sector público fueron llevados a 0. Milei en campaña prometio que este recorte se iba a compensar con un régimen de iniciativa público-privada que aún no apareció en escena y todo indica que tampoco lo hará en los próximos meses. Más aún, incluso si el régimen comenzara a moverse ahora, ponerlo en funcionamiento y realizar los procesos administrativos de control llevaría algunos meses, con lo cual las primeras obras llegarían más sobre fin del tercer trimestre del año. Un poco tarde para darle a la inversión el repunte que necesita. Este es el evento excepcional al que asistimos. La economía está lanzada en una recesión cuyo único factor expansivo son las exportaciones netas, producto de la reversión de la sequía. La expectativa del gobierno es que la inversión privada también sea protagonista de la recuperación. Sin embargo, hasta ahora, la expectativa del gobierno parece no tener un correlato claro en la realidad. No hay claridad sobre el cepo, no hay consenso político sobre los esquemas de reformas que el gobierno plantea y la inversión pública fue eliminada sin reemplazo alguno de esquemas privados. Es decir, sin certidumbre, sin legislación, sin sostenibilidad, sin inversión pública y sin regimenes de iniciativa privada tiene que ocurrir una recuperación de la inversión privada. Puesto así, parece más alquimia que otra cosa.